20 febrero 2014

PPA! Episodio IV – Política Reality Show

¿Son los medios tan influyentes como dicen? La verdad es que sí. Pero como todas las cosas, esto también tiene su truco: solo son influyentes si todos, tanto políticos como electores, acordamos que lo sean. 

Si el pueblo, gobernante de los territorios y repositorio de toda soberanía, no se interesa mínimamente en el tema, depende terriblemente de lo que le digan los medios de comunicación sobre lo que ocurre más allá de su campo de visión, incluido lo que acontece en la esfera política. Y si los políticos no cumplen para nada la función que les fue encomendada, dependen también de los medios para poder mostrar una realidad parcializada, distorsionada o dibujada. Es por esto que ambas partes, por diferentes necesidades, terminan poniendo a los medios como intermediario entre ellas. El problema no es con la herramienta que se utiliza, si no el para qué se utiliza.



Analicemos cualquier proceso de elecciones: el pueblo tiene que elegir a una persona entre un grupo de gente que a duras penas conoce y mucho menos sabe si son aptas o no para representarlo. Cinco minutos de televisión, dos afiches en la vía pública y un comentario de algún conocido son los elementos con los que cualquier elector ve satisfechas sus necesidades de información y con las cuales decide qué persona representa mejor sus intereses. Creo que le dedicamos más tiempo a elegir un sabor en la heladería, ¿verdad? 

Incluso el tema se acentúa gracias a la total nulidad de los partidos políticos En una lista sábana es imposible saber sobre las intenciones de cada uno de los candidatos, ya que en la realidad, los mismos siguen sus propios intereses en lugar de respetar los del partido o los de la gente que los votó. Si los representantes electos al menos siguieran los lineamientos del partido con el cual fueron elegidos, el elector podría optimizar sus tiempos estudiando qué partido lo representa mejor, en lugar de dedicar su esfuerzo una cantidad de candidatos indescifrables. 

Un caso curioso es cuando los propios votantes se enteran mediante los medios de comunicación que su representante pasa de ser oficialista a ser opositor, y por consiguiente, en una horrible relación recíproca, el propio elector también pasaría a ser opositor ¿El elector decidió esto? Claro que no.

Si los electores tendrían que basar sus decisiones sobre hechos concretos, nunca vería planes de obras, promesas, índices distorsionados, ideales o expectativas. Todo esto se ve solamente en los medios, en una hoja de papel que nos resumen la realidad, así como también todo lo que no es real. 

La vida política se reduce entonces a un mero programa de entretenimientos, en donde existen una serie de participantes encerrados en su mundo, sobreviviendo gracias al voto de un espectador pasivo e inerte. El espectador, que vive en su propio mundo totalmente separado y ajeno al anterior, solo cuenta con la página de un diario, la pantalla de un televisor o los píxeles que nos ofrece internet para poder observar, desde lo lejos, que es lo que ocurre en la vida política. 

El pueblo decidió desentenderse de su deber, de gobernar su vida y dejó todo en manos de los participantes de este reality, quienes son los únicos beneficiados de este vacío de poder.