25 febrero 2014

EPA! - La entrega del poder de decisión.

A nadie le gusta gastar dinero, y menos si puede evitarlo fácilmente como cuando se baja una película por internet, se cuelgan a la televisión por cable, se reciben subsidios o se salta el molinete de la estación de tren. 

Sin embargo al realizar estas acciones inconscientemente se está renunciando a la participación de cada uno en la diagramación de la economía mundial, además de ocultar las realidades personales.

Siempre nos quejamos de que las grandes empresas dominan todo, hacen lo que quieren y toman las decisiones por nosotros. Pero cuando llega el momento de aportar nuestra decisión al funcionamiento de la economía siempre lo esquivamos. 


¿Pero cuándo se da ese momento? Justamente cuando entregamos nuestro dinero. Al momento de darle el fruto de nuestro trabajo a otra persona a cambio de algún producto o servicio no estamos haciendo otra cosa que indicándole que continúe produciendo eso. Al esquivar el pago estamos diciendo justamente lo contrario. Es cuando entonces, y con razón, que los productores siguen las indicaciones que les da la gente que paga. 

Cuando se piratea una película no se ve lo que se quiere, si no que se ve lo que la gente que paga quiere. Después nos quejamos de que cierra cierto teatro, a un bar notable, o que cierta marca o empresa se van del país. Pero al momento de tomar la decisión... ¿lo hicimos o la esquivamos?

Por ejemplo, para analiza por qué el transporte público es tan deficiente solo debemos analizar cómo obtiene sus ingresos la empresa concesionaria. Las opciones que tenemos son: A - Con el boleto que pagan los pasajeros B - con un subsidio del estado. Sin lugar a dudas en la B (1). Entonces ¿a qué se dedica la empresa concesionaria? ¿A transportar pasajeros o a cobrar subsidios? Sin lugar a dudas a congraciarse con el gobierno de turno para poder cobrar los subsidios. El motivo de ingresos de la empresa se traslada del pasajero al Estado. El fin de la empresa se traslada del transporte al cabildeo. Es por eso que a la concesionaria no le interesan los pasajeros transportados, pero si mucho los funcionarios del gobierno. 

Lo mismo se aplica al momento de comprar algo robado. Al hacerlo le decimos al productor (el ladrón en este caso), que continúe con su trabajo. Es por eso que nunca ninguna fuerza policial podrá parar los robos. Pero el dinero si puede. Nadie hace nada a menos que espere obtener dinero a cambio. Nadie robaría si no podría luego vender el fruto de su robo. 

Subestimar la función del dinero dentro de nuestras economías es seguirles el juego a aquellos que nos quieren dejar sin poder, a aquellos que dicen obviar el dinero pero que realmente lo acumulan. 

Sin embargo no es difícil encontrar por cualquier lado miles de discursos en contra del uso del dinero, de cómo arruinó a la humanidad y que todo debería ser corregido por el estado todopoderoso. Por lo visto, es totalmente necesario al analizar estas propuestas que tratemos de despejar los dichos y enfocarnos en los hechos. Ahí veremos cómo realmente funciona el mundo. El dinero no es ni bueno ni malo. Los buenos o malos son las personas, tengan o no dinero. 

¿Pero no deberíamos apelar a la moral y a la decencia de la gente? Tal vez deberíamos, pero no podemos descansar sobre este sentimiento utópico. No podemos darnos el lujo de pensar que todas las personas que dirigen las empresas y los países son reencarnaciones de los santos. Pero no hace falta pensar eso, por suerte contamos con una herramienta totalmente fiable: el dinero. Y el mismo está en poder de 7.000 millones de personas, por lo que no dependemos del criterio de unas pocas. Es verdad, algunas tienen más, otras menos, pero dentro del océano que es el mundo, un lago no hace más diferencia que una gota. Ya hemos visto cómo pueden desaparecer las grandes fortunas que no se acoplan a la decisión de la mayoría. 

Al principio del artículo hablaba de ocultar realidades, ¿pero qué realidades se ocultan? Al no pagar por servicios o productos, además de renunciar al poder de decisión, me estoy auto engañando ante mi posición. Si no puedo pagar el verdadero valor de un boleto de tren, de la luz o de una entrada de cine, estoy ocultando lo verdaderamente pobre que soy, haciéndome tomar decisiones sobre mi vida totalmente erraras. 

Es por las cuestiones enunciadas que tenemos que aprender a utilizar las herramientas con las que contamos. Si no lo hacemos, otros lo harán por nosotros, pero para su propio y exclusivo beneficio.